jueves, 28 de febrero de 2013

Texto de Marisa Noriega en colaboración con la Asociación Mexicana de Reflexión Teológica Feminista Mexicna, A.C.
 

  La Mujer en la Iglesia  y el papado de Benedicto XVI

¡Buenos días!
Agradezco la invitación a participar en este panel de análisis sobre la renuncia de Benedicto XVI, noticia que ha causado revuelo y un sinfín de reacciones en el mundo entero.
Me dirijo a ustedes como mujer laica, casada y católica comprometida, para emitir la opinión sobre lo que considero un tema pendiente de los papados anteriores, el asunto de la ausencia de las mujeres en la Iglesia, es decir, la invisibilidad de la mayoría de los miembros que la conforman, yo diría que es un pecado de lesa humanidad: Sin duda, presentaré un análisis del Papa saliente, pero pretendo ir más allá de la persona de Joseph Ratzinger, pues tenemos que reconocer que la situación de exclusión de las mujeres no es un asunto exclusivo de su pontificado, sino que es un tema latente en la historia de la Iglesia .
Recordaremos que tras el conservadurismo de Juan Pablo II, se anhelaba un papa valiente, abierto y dinámico que inyectara aire fresco a la Iglesia reconduciéndola por los caminos renovadores del Concilio Vaticano II, un Pontífice que se comprometiera con el Evangelio, y que emprendiera las reformas ya imprescindibles al interior de la Iglesia; en concreto, un nuevo Papa, para un nuevo milenio. Desgraciadamente, esta esperanza era algo prácticamente imposible, dada la configuración del Colegio cardenalicio de su predecesor. Por eso, cuando se dio a conocer el nombre del cardenal elegido, Joseph Ratzinger, una ola de decepción e impotencia abatió a buena parte de la Iglesia y a amplios sectores de la sociedad, porque era de sobra conocido su carácter mesurado e intransigente, demostrado en su etapa de presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Hoy, pasados 8 años de este papado, hemos constatado que este temor no era infundado, tanto, que podríamos decir que la mayor parte de la cúpula de la Iglesia jerárquica ha pasado del conservadurismo al integrismo religioso, ya que Benedicto XVI ha reanimado y reforzado el régimen de la cristiandad, basado en el poder de una Iglesia jerárquico-patriarcal-absolutista, encabezada por un monarca plenipotenciario.
Los últimos dos jerarcas Juan Pablo II y Benedicto XVI-, además de haber dado lugar a varios escándalos por todos conocidos, han interpretado el Concilio Vaticano II en clave tradicionalista imponiendo un camino de involución. Parecen haber olvidado que la misión de la Iglesia es llevar la Buena Nueva de Jesús de Nazaret a esta humanidad que se ve interpelada continuamente por los signos de los tiempos y que busca ansiosamente al Espíritu en su vida cotidiana.
Me gustaría enfatizar dos aspectos con respecto a este último papado:
·         El cuestionable y ambiguo papel que Benedicto XVI jugaba a la vez, como Papa y como teólogo, estrategia que le permitió retroalimentar su posicionamiento tradicionalista y sus discursos dualistas.
·         Y su concepción rigorista del dogma y obsesión por el relativismo y por la ideología de género, que le llevaron a imponer medidas disciplinarias más propias de la Inquisición que de la caridad cristiana: como la política de fomentar el miedo, la sumisión y el servilismo, el acallamiento de quien discrepara, las coacciones a las y los superiores de congregaciones religiosas, a obispos y responsables diocesanos, a catequistas y personas comprometidas, a comunidades de base, a editoriales católicas y al silenciamiento de teólogas y teólogos en todo el mundo[i].
En los 14 años anteriores al papado de Juan Pablo II, Joseph Ratzinger fue profesor titular de Dogmática en distintas Universidades alemanas. Más tarde, fue miembro del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica y de las Comisiones Pontificias para América Latina, para la Interpretación auténtica del Código de Derecho Canónico, y director de la Comisión Pontificia para la preparación del “Catecismo de la Iglesia Católica”. Con esta trayectoria, nos podemos dar cuenta de su conocimiento y preferencia por las cuestiones dogmáticas por encima de los valores del Evangelio y de su cerrazón ante la novedad del mundo posmoderno.
Con respecto al tema de la mujer, ya como cardenal, estuvo encargado de presentar, el 30 de septiembre de 1988, la Carta Apostólica que Juan Pablo II dedicara a las mujeres “La Mulieris Dignitatem” (La dignidad de la Mujer), y como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 31 de julio de 2004, manteniendo la misma línea de su predecesor, presentó la “Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y el mundo”. En dicho documento, el Santo Padre elogia a las mujeres y las exhorta a que, “obedientes a la autoridad eclesiástica y bajo su tutela, continúen siendo preciosos instrumentos al servicio de la construcción de la civilización cristiana”. [ii]
Así mismo, esta carta presenta las directrices de lo que, a juicio de Benedicto XVI, debería ser el verdadero feminismo, “el feminismo cristiano[iii], en donde emplea un lenguaje maniqueo que, por un lado excluye y minusvalora, a las mujeres y por el otro las idealiza, dividiéndolas en dos únicas categorías:
Buenas: las que aceptan la misión, el rol y las directrices que les asigna el amor patriarcal-androcéntrico.
Y malas: las que han tomado una postura crítica y activa en defensa de las personas más desfavorecidas de nuestra sociedad y que se han sumado al ámbito del trabajo fuera del hogar.
Benedicto XVI, plantea, en cuanto a la adquisición de la plena dignidad de la mujer, su triple misión vocacional: como esposa, madre y confinada a las labores del hogar. Por ello, uno de los temas a los que más referencia y énfasis hizo el Papa saliente, fue el de la maternidad. En todos sus discursos ha manifestado el aprecio personal y el valor de la maternidad en sí misma, más aún, ha hecho ver cuán lejos está de alcanzar su plena dignidad, la mujer que no corresponde a su misión natural. Como podemos ver, el Benedicto XVI, adoptó en todo momento un claro posicionamiento antifeminista y una habitual actitud de sospecha y desprecio, no sólo hacia la emancipación de las mujeres, sino también hacia su liderazgo, su formación y su trabajo.[iv]
Con todo esto, me parece indispensable mencionar el reciente y renombrado caso de la Leadership Conference of Women Religious (LCWR), o Conferencia de Liderazgo de Mujeres Religiosas, ya que es un claro ejemplo de la postura del papado para con las mujeres que han intentado asumir ciertos puestos de liderazgo.
Dicha Conferencia se fundó en 1956, y está constituida y permanece bajo la dirección suprema de la Santa Sede. Ésta representa más del 80% de las 57,000 religiosas de los Estados Unidos. Sus integrantes son mujeres que tienen los más altos títulos académicos, algunas son catedráticas en reconocidas Universidades estadounidenses, otras ocupan destacados puestos administrativos, o son directoras de servicios pastorales y otras tantas son escritoras y han publicado gran cantidad de libros que sirven como material de estudio para diversos grupos en todo el mundo. Podría seguir enumerando los cargos que han desempeñado y las reformas que han logrado en cuanto a materia de asistencia médica y atención sanitaria. Pero lo más sorprendente de este grupo sororal de mujeres es su indiscutible compromiso, e invaluable labor a lo largo de todos estos años, ya que ellas han luchado hombro con hombro con las personas más vulnerables y excluidas de la sociedad, llenas de Espíritu evangélico. Han comprometido sus vidas en un seguimiento radical a Jesús, es por esto, que ellas están a favor de la ordenación femenina, del aborto en ciertos casos, del empleo de métodos anticonceptivos, de la indisolubilidad del matrimonio y del divorcio dependiendo el caso, del acercamiento pastoral a los homosexuales, ya que afirman, que “estas no son causas feministas, sino cristianas”[v].
En 2001, después de un largo proceso de investigación por parte del Vaticano a la Conferencia de mujeres, hubo un rompimiento de relaciones entre la LCWR y el Vaticano. La Congregación para la Doctrina de la Fe, autorizó al arzobispo Peter Sartain y a otros dos Obispos delegados, a revisar los estatutos, los programas y los planes de trabajo de la LCWR, alegando que había en dicha Congregación, una prevalencia de ciertos temas feministas radicales. [vi]
 El 18 de abril del 2012, los delegados de la Congregación para la Doctrina de la Fe, presentaron en un informe conocido como “Evaluación doctrinal,” la acusación a las religiosas, argumentando que éstas, incurrían en graves errores y desviaciones doctrinales y pastorales. Las integrantes de la Congregación, no estuvieron de acuerdo con dicha acusación, y en el mes de junio, las representantes de la LCWR, las Hermanas Florence Deacon, Pat Farrell y Carol Zinn, se reunieron con los delegados y les expusieron claramente su postura, argumentando que la descripción que se daba en el informe presentado, provenía de un proceso de investigación insuficiente y defectuoso. [vii]
Este caso en contra de las religiosas norteamericanas muestra lo que antes he sustentado sobre la postura de la jerarquía ante el papel de la mujer en la Iglesia, y su emancipación en el HOY de nuestra sociedad. Por ello, antes de terminar, deseo compartirles la opinión que tienen sobre la Iglesia jerárquico-patriarcal dos reconocidas feministas:
 La primera, la activista mexicana Marcela Lagarde quien en una entrevista realizada el año pasado para el diario el País, afirmó: “La política del Vaticano ha causado en mi país más daño a las mujeres que el narco[viii]”. Y la segunda, la religiosa norteamericana Louise Aker, (Directora de la oficina de Paz, Justicia e Integridad de Creación por las Hermanas de la Caridad), en una entrevista para la cadena de televisión NBC, el pasado jueves 14 del mes en curso, quien declaró: “La Iglesia es de los últimos bastiones que sustenta el sexismo”[ix].
Por lo dicho, las mujeres, que somos piedras angulares y vivas en la Iglesia y la mayoría en número y en presencia, consideramos como tarea urgente para el próximo papado lo siguiente:
1.                  Partir de la certeza de que nuestra Iglesia es una comunidad conformada con la participación de hombres y mujeres que buscan los valores del Evangelio y que ambos tenemos la corresponsabilidad de llevar la Buena Noticia al mundo actual y en especial a las personas más desfavorecidas.
2.                  Exigimos el reconocimiento de las mujeres como sujetos de pleno derecho,  recordando que ellas conforman más de la mitad de la humanidad, más de la mitad de los miembros de la Iglesia. y que como hijas de un mismo Padre-Madre, somos dignas de ejercer puestos de liderazgo en la Iglesia.
3.                  Que se reconozca la libertad de conciencia y la autoridad moral de mujeres y jóvenes en la toma de decisiones sobre su sexualidad.
4.                  Recordar que el verdadero pecado del mundo es: el olvido de las personas más desamparadas, las minorías étnicas y raciales, de las personas de diversa orientación sexual y las víctimas de la violencia económica, política, ideológica y social.
Esto es lo que consideramos que significaría para las mujeres la presencia del Espíritu Santo en la Iglesia, como señaló la teóloga brasileña Ivone Gebara en su artículo recientemente publicado por Adital con el motivo de la renuncia de Benedicto XVI, “El Espíritu es Aliento de compasión y de ternura, Aliento de igualdad y de diferencia[x]”. El Espíritu Santo, o como en hebreo diríamos, Santa Ruah, que es femenino, es un elemento que es urgente agregar al siguiente papado para que se humanice y vuelva a recordar su misión primera, el amor a los y las pobres de este mundo, a las hijas e hijos de un mismo Dios.

Muchas gracias por su atención.

      Marisa Noriega.
27/II/2013


[i] ZUBÍA G. Marta, Para nuestra memoria histórica, las mujeres en las voces de los Papas. EVD., 2011. Estella (Navarra), España., pp. 74-75.
[ii] RATZINGER Joseph, AMATO Angelo, Carta a los Obispos de la Iglesia católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y el mundo, 30 de mayo de 2004; www.zenit.org/spanish/visualizza./phtml?sid=57635.
[iii] ZUBÍA G. Marta, op.cit, Para nuestra memoria histórica… p. 159.
IV ZUBÍA G. Marta, ibid, p 142.
[v] Final del discurso de la presidenta de la LCWR
¿Cómo podemos navegar en el cambio? Viviendo con gozosa esperanza. https://lcwr.org

[vi] http://www.elplural.com/2012/04/19/benedicto-xvi-trata-de-atar-en-corto-a-las-monjas-disidentes-de-eeuu/
[vii] http://www.periodistadigital.com/religion/vaticano/2012/06/12/lcwr-vaticano-advierte-doctrina-iglesia-monjas-feministas-religion-eeuu-homosexualidad-sacerdocio.shtml
[viii] LAGARDE Marcela, Revista Tiempo Real, Noviembre 16, 2012.
[ix] Interview with Sister Louise Akers, SC on MSNBC/ Pope's Resignation/Hopes for Renewal of Church
http://video.msnbc.msn.com/jansing-and-co/50810222#50810222
[x] http://www.periodistadigital.com/religion/opinion/2013/02/22/la-eleccion-de-un-nuevo-papa-y-el-espiritu-santo-iglesia-religion-papa-obispos.shtml




[1] ZUBÍA G. Marta, Para nuestra memoria histórica, las mujeres en las voces de los Papas. EVD., 2011. Estella (Navarra), España., pp. 74-75.
[1] RATZINGER Joseph, AMATO Angelo, Carta a los Obispos de la Iglesia católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y el mundo, 30 de mayo de 2004; www.zenit.org/spanish/visualizza./phtml?sid=57635.
[1] ZUBÍA G. Marta, op.cit, Para nuestra memoria histórica… p. 159.
IV ZUBÍA G. Marta, ibid, p 142.
[1] Final del discurso de la presidenta de la LCWR
¿Cómo podemos navegar en el cambio? Viviendo con gozosa esperanza. https://lcwr.org

[1] http://www.elplural.com/2012/04/19/benedicto-xvi-trata-de-atar-en-corto-a-las-monjas-disidentes-de-eeuu/
[1] http://www.periodistadigital.com/religion/vaticano/2012/06/12/lcwr-vaticano-advierte-doctrina-iglesia-monjas-feministas-religion-eeuu-homosexualidad-sacerdocio.shtml
[1] LAGARDE Marcela, Revista Tiempo Real, Noviembre 16, 2012.
[1] Interview with Sister Louise Akers, SC on MSNBC/ Pope's Resignation/Hopes for Renewal of Church
http://video.msnbc.msn.com/jansing-and-co/50810222#50810222
[1] http://www.periodistadigital.com/religion/opinion/2013/02/22/la-eleccion-de-un-nuevo-papa-y-el-espiritu-santo-iglesia-religion-papa-obispos.shtml
 

martes, 19 de febrero de 2013

¿Y por qué no una papisa?  http://eukleria.wordpress.com/

18 feb
Se reabre el debate sobre la marginación de la mujer en los órganos de decisión y poder de la Iglesia.
“La jerarquía de la Iglesia católica se resiste a cambiar una estructura machista y discriminadora que relega a la mujer a puestos de servicio, pero a la que nunca se le permite participar en las decisiones y mucho menos en el poder.”
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(Deia- C. Lago) La teología femenina ha alcanzado la mayoría de edad hace mucho tiempo pero la Iglesia católica mira para otro lado como si le tuviera alergia. Las mujeres, excluidas de la representación de Dios, desempeñan muchas tareas eclesiales sin reconocimiento oficial, no participan de las funciones magisteriales y de gobierno, y rara vez son consultadas. A pesar de ello, la vitalidad de muchos grupos de mujeres cristianas es imparable.
Una mujer al frente de la barca de Pedro es absolutamente impensable y la ordenación sigue siendo tabú. “Hoy en muchos foros eclesiásticos, se escucha la necesidad de ordenar mujeres, algo impensable hace unas décadas. La Iglesia no ha dado ningún paso. En algún sínodo se habló de admitir mujeres al ministerio de lector; pero luego no se ha hecho nada por el miedo a que un ministerio venga seguido de otros”, afirma Isabel Gómez Acebo, teóloga feminista. Y es que el sacerdocio femenino es un tema que está frenado, pero no cerrado del todo.
Sor Teresa Forcades, autora de la Teología feminista en la Historia, asegura que la situación de marginación de la mujer en la Iglesia es “un escándalo, por eso ningún Papa se ha atrevido a prohibir ex cathedra el sacerdocio femenino”. Sin embargo, la jerarquía de la Iglesia católica se resiste a cambiar una estructura machista y discriminadora que relega a la mujer a puestos de servicio, pero a la que nunca se le permite participar en las decisiones y mucho menos en el poder.
Mujeres cristianas, académicamente acreditadas, han iniciado una ofensiva para hacer frente a este ninguneo. Reclaman potenciar su liderazgo con una redefinición evangélica, social y cultural del lugar que ocupa la mujer en la Iglesia. Todo ello partiendo de que “la espiritualidad es una capacidad humana que desarrollan por igual las mujeres y los hombres que así se lo proponen”, afirma Mercedes Navarro, doctora en Psicología y en Teología por la Universidad Gregoriana de Roma y una de las fundadoras de la Asociación de Teólogas Españolas.
Mientras algunos jerarcas les siguen mirando por encima del hombro, ellas continúan andando camino. Su ausencia es una provocación en una institución que no está para desperdiciar ningún caudal porque la Iglesia las necesita más que nunca. “La teología católica oficial ha considerado desde antiguo a las mujeres menos capaces que a los varones para hablar de Dios, para presidir las ceremonias o para dirigir instituciones religiosas, pero siempre han existido teólogos y teólogas que se han opuesto y han encontrado escandaloso que, en nombre de lo más sagrado, se califique negativamente a la mujer y se justifique su discriminación”, dice Forcades, monja benedictina.
Las quejas son recurrentes. “La Iglesia católica a nivel institucional necesita urgentemente tomarse en serio las preguntas y las propuestas del movimiento feminista. Tiene que reconocer a las mujeres como interlocutoras válidas y competentes. Hay un miedo eclesiástico visceral al feminismo, lo cual se refleja en una distorsión muy grande de los discursos y las reivindicaciones. Hay una enorme dificultad para respetar la autonomía moral de las mujeres y su capacidad de discernimiento. A menudo se sigue considerando a las mujeres como menores de edad”, denuncia Lucía Ramón, profesora de Teología Feminista y de Ecumenismo en la Facultad de Teología de Valencia. Sin embargo, precisa que la Iglesia es plural “como demuestran el desarrollo de las teologías feministas y la existencia de miles de cristianas vinculadas al movimiento feminista”, indica.
El patriarcado es una máxima. Candelas Arranz pone de manifiesto que la interpretación de la Biblia se ha hecho desde una perspectiva exclusivamente masculina. “Los comentarios bíblicos han omitido la presencia de mujeres en el texto (por ejemplo en Pentecostés) y han desfigurado el significado original de personajes femeninos como María y María Magdalena”. A su juicio, “urge hacer una lectura del Evangelio desde el punto de vista de la mujer. No se puede utilizar a Jesús para discriminar”, subraya.