CELEBRACIÓN II

-INTROITO
-VÍA CRUCIS DE LAS MUJERES
-Primera Estación: Saffiya es condenada a muerte por lapidación
-Segunda Estación: Ana carga con la cruz de su hogar
-Tercera Estación: Patricia cae por enésima vez
-Cuarta Estación: Edna, israelí, se encuentra con una mujer palestina
-Quinta Estación: Entre todos se reparten el cuerpo de Lola, echan a suerte sus caricias
-Sexta Estación: Zainab muere en el Estrecho
-Séptima Estación: La voz de Teresa es sepultada
-LECTURA DEL EVANGELIO
-LECTURA DEL EVANGELIO SEGÚN JUAN
-ANTES DEL PADRENUESTRO



INTROITO


Nos disponemos a entrar en el lugar de la celebración. Allí podemos disponer una mesa en el centro con un cirio encendido, un candelabro para colocar siete velas, algunas flores , la estola magenta, nuestra piedra, la Biblia y el pan y el vino. Nos iremos sentando alrededor en círculo en el suelo, para estar en contacto con la madre tierra y descalzas, como símbolo de habernos despojado del polvo del camino, de todo aquello que se nos ha adherido y nos impide ser libres, ser nosotras.
Vamos a orar sentadas en el suelo y descalzas como cinco veces al día nuestras hermanas palestinas rezan a Allah pidiendo esa paz que no llega a su tierra y a sus vidas. Vamos a tenerlas muy presentes.

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VÍA CRUCIS DE LAS MUJERES


Siete estaciones, con siete nombres propio de mujer llamadas a resucitar. Saldrán siete participantes a leer el texto de cada estación. Al terminar prenderán una vela en el cirio y la colocarán en el candelabro.

Introducción:
Nos hemos reunido para celebrar la vida en el gozo de la resurrección, de nuestra resurrección como mujeres. Pero nosotras sabemos que no se pueden separar muerte y vida, que no podemos llegar a la resurrección pasando por alto tantas situaciones de sufrimiento y dolor de nuestras hermanas en el mundo y aquí, muy cerca de nosotras.

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Primera Estación: Saffiya es condenada a muerte por lapidación


Por ser mujer, por ser pobre, por haber nacido en una tierra explotada y maldecida por Occidente en la que la tradición puede más que la humanidad y la razón, por ser madre, por estos “delitos” un tribunal de varones condenó a esta nigeriana sin pararse siquiera a oír su testimonio, sus razones. La presión internacional evitó la condena, y esta mujer volvió a su vida cotidiana, a una “normalidad” en la que la ablación de las niñas, las maternidades precoces, las muertes post parto, el hambre y la miseria son el pan cotidiano. A Saffiya en esta ocasión no la mataron las piedras, pero nuestra indiferencia, nuestro pecado de omisión sigue lapidando las esperanzas de una vida digna a todas las Saffiyas del continente africano.

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Segunda Estación: Ana carga con la cruz de su hogar


De un hogar convertido en infierno en el que ella día a día inmola su dignidad perdida en el altar del maltrato, en silencio para que nadie se entere, sierva sufriente, mujer de dolores que no esconde su rostro a golpes e insultos, ¿Por amor? ¿Puede venderse como amor lo que no es más que esclavitud, prepotencia, humillaciones, anulación y miedo? El cuerpo lacerado y el alma herida de Ana, su persona, en suma, pisoteada pone ante nuestra mirada la realidad de un sistema que sigue considerando a la mujer una propiedad, un objeto de ínfimo valor.

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Tercera Estación: Patricia cae por enésima vez


Cae al suelo, desfallecida, agotada a sus dieciséis años por la anorexia, por el deseo enfermizo de delgadez, que esconde su terrible miedo a ese cuerpo amenazante de mujer que la aleja de la infancia para llevarla al mundo de los adultos en el que se encuentra sola y terriblemente perdida, sin modelos válidos, sin poder alcanzar el falso ideal que le venden los medios, la feminidad prefabricada de la sociedad de consumo.

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Cuarta Estación: Edna, israelí, se encuentra con una mujer palestina


Se encuentran en esa Tierra que se ha dado en llamar Santa, pero que a lo largo de la historia ha sido escenario tradicional de violencia y opresión, de guerras también denominadas “santas” porque tomaban la religión como bandera y el nombre profanado de Dios como pretexto y excusa, tierra de promisión para unos, de subsistencia diaria para otros; y se encuentran para darse la mano, para confesar que ya están hartas, que tienen miedo, para proclamar que no han engendrado hijos para la muerte en el campo de batalla, porque quieren construir juntas Bath Shalom, Dar as-Salam, la casa de la paz.

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Quinta Estación: Entre todos se reparten el cuerpo de Lola, echan a suerte sus caricias


Cuerpo de mujer, mercancía barata que cada noche es repartido, echado a suertes en el mercado del sexo, mientras ella sigue ejerciendo lo que algunas voces reclaman como “profesión” y que no es más que una forma más de esclavitud, de cosificación de las mujeres vendidas al ¿mejor? postor. Nacionales o extranjeras, de esquina o de alto standing, en esta sociedad patriarcal que bendice y justifica el predominio del varón, todas, lo queramos o no, somos vendidas, repartidas, explotadas, todas somos Lola mientras existan amos, clientes, explotadores.

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Sexta Estación: Zainab muere en el Estrecho


Buscando una vida mejor en el pretendido paraíso Occidental de la sociedad opulenta empeñada en poner puertas al mar, barreras a la Creación, en el intento de salvarse de la condena del subdesarrollo Zainab perece en el golpe de levante que hunde la sobrecargada patera en la que la embarcaron los especuladores de la miseria. Tal vez su anónimo cadáver consiga llegar a la otra orilla para engrosar las cifras de las estadísticas y que la prensa pueda hablar de “invasión de ilegales”. Y en cualquier playa de Algeciras o Tarifa la mar nos escupirá su cuerpo como profética denuncia a nuestras ciegas conciencias.

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Séptima Estación: La voz de Teresa es sepultada


Sepultada en el silencio por los que detentan el poder eclesial, la voz de Teresa Berger, teóloga alemana, no puede ya oírse en Friburgo ni en Bochum a causa de la negativa del Vaticano a darle el nihil obstat para impartir clases por utilizar simbólicamente la imagen de una niña en la cuna de Belén y un Cristo con rasgos femeninos en la cruz. Como en tantas otras ocasiones, se nos sigue robando a las mujeres la tierra de la palabra, se desautoriza nuestro pensamiento, se nos condena al silencio y la sumisión.
Ahora que ya tenemos las siete velas encendidas en la Menorah judía recordamos también a las mujeres israelíes. Ellas también son víctimas de la sinrazón y la violencia, ellas también gritan que no han engendrado hijos para la muerte.

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LECTURA DEL EVANGELIO


Terminado el Via Crucis, después de entonar un canto con las siete velas encendidas, proclamaremos el evangelio de Jn. XX, 11-18. Donde Jesús llama a María se dirían además los nombres de las siete mujeres del Via Crucis. Después se dejaría un tiempo para la reflexión compartida.

ORACIÓN DE LAS FIELES:
Espontáneamente las participantes que lo deseen hacen su oración.

OFERTORIO:
Ofrecemos el trabajo del encuentro, las perspectivas de futuro que en la mañana hayan salido. Como acto simbólico vamos a entrelazarnos con cintas de diversos colores, signo de nuestra unidad en la riqueza de la pluralidad, dejando un extremo abierto para las que cogerán el relevo en nuestra tarea.

PADRE – MADRE NUESTRA:
Cogidas de la mano, y al terminar

GESTO DE LA PAZ:
Hemos compartido juntas la reflexión, la celebración, la vida. Nos deseamos, antes de compartir la mesa, la paz.

FRACCIÓN DEL PAN:
De pie todas partimos el pan y servimos el vino. Cantos.

DESPEDIDA:
Es el momento de cerrar el Encuentro y pasar el testigo al grupo siguiente. Canto.

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LECTURA DEL EVANGELIO SEGÚN JUAN


Fuera, junto al sepulcro, estaba María llorando. Se acercó al sepulcro sin dejar de llorar y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies.

Le preguntaron:
-¿Por qué lloras, mujer?

Les contestó:
-Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.
Dicho esto, se volvió hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no se daba cuenta de que era él.

Jesús le preguntó:
-¿Por qué lloras, mujer? ¿A quién buscas?
Tomándolo por el hortelano, le dijo ella:
-Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto, que yo lo recogeré.

Jesús le dijo:
-Saffiya, Ana, Patricia, Edna, Lola, Zainab, Teresa... María.
Ella se volvió y exclamó en su lengua:
-Señor mío (que equivale a “Maestro”).

Le dijo Jesús:
-Suéltame, que aún no estoy arriba con el Padre. Anda, ve a decirles a mis hermanos: “Subo a mi Padre, que es vuestro Padre; a mi Dios, que es vuestro Dios”.
Fue María y anunció a los discípulos:
-He visto al Señor y me ha dicho esto y esto.

(Jn. XX, 11-18)

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ANTES DEL PADRENUESTRO


“En el momento en que nos volvemos hacia Ti para decirte una vez más la oración milenaria, ¡oh, Dios! Líbranos: de no ser más que vírgenes, madres, brujas o putas, imágenes que nos encarcelan; de la esposa aburguesada, de la perfecta mujer de interior, de la deliciosa mujercita de la intimidad de nuestra casa. ¡Oh, Dios, líbranos! Al tiempo que Jesús nos invita a llamarte Padre nuestro, líbranos de los padres fundadores, de los padres protectores, de los padres superiores, de todos los padres aplastantes y moralizadores”.

(Geniviève Bregeon)

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